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Acto por la compra de la sede propia, palabras de la alumna Amanda Zanoni

21 de marzo de 2012, 11:27.

imagen Acto por la compra de la sede propia, palabras de la alumna Amanda Zanoni

Recordamos las palabras de la alumna Amanda Zanoni  en el acto en que se  colocó  una placa por la compra de la casa.

 " ¿Quién no ha tenido el íntimo e intenso deseo de tener su casa propia? ¿Quién no ha soñado alguna vez con ser el dueño de la mansión del personaje tal o cual, mostrada en la televisión o en las revistas? Pero, ¿cómo acceder a ella, aunque sea en escala mucho menor? ¿Quizá la hermana del algún pariente desconocido de ultramar o la suerte de los números de un gordo de lotería? Y aunque estos presupuestos existen o al menos existían, no conozco a alguien tan agraciado que lo haya logrado de tal manera.

La casa: tema intenso, candente y siempre actual. Desde las cavernas prehistóricas a los abuelos inmigrantes, o a los padres o hasta nosotros, la línea siempre ha sido la misma, la posesión de un techo y paredes resguardadoras de lso embates de la naturaleza, de otros seres y de los sentimientos, de la espiritualidad, en una palabra de la vida exterior porque hasta los dioses tienen una casa y vida unidas por el esfuerzo, caras de una misma moneda.

 

Algunos hemos visto como nuestra casa se elevaba poco a poco de la tierra hundida hasta llegar al techo, culminación gozosa, previa rabietas por los precios que se disparan, por los obreros, reyes de la construcción, siempre cansinos ante nuestra premura por la terminación del trámite ¿cuándo nos mudaremos? ¿cuánto falta?

 

Otros la compraron ya hecha pero no se libraron de los operarios, de las reformas que le quisieron hacer y sus consecuencias monetarias. Y siempre el esfuerzo presente. La lucha entre los dos frentes fue al misma y lo seguirá siendo.

 

Luego, el gran momento: la mudanza, la ocupación y el sentirnos extraños. Tanta zozobra nos había encubierto eso increíblemente dulce que nos henchía el pecho: “Ya tenemos nuestra casa”. Y nos supimos enamorados sin saber que hacía rato que lo estábamos, desde el comienzo del trámite, de esa vista del jardín que nacía, de la luz que se colaba por esa vítrea, del color de las paredes, a pesar de no ser igual al que habíamos elegido en el muestrario de la pinturería.

Y cuando por primera vez le dijimos a alguien “ya estamos en nuestra casa, vení a conocerla”, era la presentación en sociedad de un miembro más de la familia. Era en verdad algo más, era el super-viviente de la familia, el que estaba por encima, por lso costados, por el piso que nos envolvía.

 

Y hago esta disquisición porque quiero expresar multiplicado en cientos de veces, en todos los cientos del alumnado de nuestras amadísimas Aulas, el sentir, el hondo sentimiento, al saber que teníamos casa propia, la casa de las Aulas, tras un largo peregrinaje de casi 21 años, teñido de muchísimos esfuerzos, de muchísimo remar en aguas turbulentas, de muchísimas ganas de seguir sin importar obstáculos.

Las aulas no es sólo una institución educativa, eso es solo el ropaje. Las Aulas es un ser viviente, invisible en sí pero visible en la multiplicación de sus alumnas, escondido entre canas coquetamente disimuladas, entreverado en los títulos de sus integrantes: madres, abuelas, muy abuelas y hasta bisabuelas. Un ser que ríe con los labios rigurosamente pintados, que brinca con el mejor de los perfumes, que mira por nuestros ojos chispeantes y ávidos de cosas nuevas, que disfruta con la emoción que nos innunda y bendice cada clase a la que asistimos, que se expande por nuestra alma, que vibra al unísono con nuestras cuerdas y nos hace sentir vivas, pero muy vivas.

Cuando vimos por primera vez esta casa también nos enamoramos. Nos parecía enorme, y la luz, el sitio, la comodidad y lo comentamos con orgullo a cuanto apriente, amigo, conocido y vecino que encontramos: “Hasta tenemos un jazmín”.

Y también nos angustiamos “¿SE podrá solventar. ¿Cuánto es el alquiler? ¡Cuánto! Hemos pasado estos años con la espina, ¿seguiremos aquí? Cuando nos enteraron que estábamos próximas a comprarla y perdonen el posesivo, sentimos exactamente la misma premura que nos enbargaba por la terminación de nuestra casa.

Y la mejor noticia para fines de año. La celebración del final de clases tuvo otro sabor. Aulas y Casa propia se habían encontrado por fin como en una película de las de amor. La solución a ciertos problemas tiene a veces el sabor del milagro. Tampoco aquí había arribado el legado de ultramar ni el alineamiento de los números exactos. Lo que sí hubo fue la conjunción de deseos fervientes y de la dimensión justa de dolor de un lugar propio a una institución maravillosamente productiva en materia de transformación de ansias no cumplidas en un pasado, en realidades concretas en el presente. Las Aulas es el laboratorio donde la semilla dormida entre los hielos, abre sus ojos verdes para transformarse en una nueva planta. Nadie que haya sido o es parte de las Aulas, emerge, en cada ola que eel espíritu mueve cada dos horas, igual a cuando entró en el reflujo.

La maravilla del conocer o saber cada vez más, del completarse como se desea con entera libertad y con todo respeto, de participar en ese movimiento eterno del mar del espíritu se da aquí y ahora y desde hace 21 años en las Aulas. Casa y Vida.

Para terminar, juguemos un poco con la fantasía, con la alegría del más travieso de los duendes encantados. Una plaza empedrada, miles de pañuelos blancos al viento, campanas enloquecidas cantando con sus toneladas de bronce, un humo blanco cortando un cielo serenamente azul, un balcón y una voz que nos dice: Hermanos Habemus Casam.

A las Aulas, 21 de marzo de 2012.

 

Los interesados pueden solicitar más información al teléfono 4297104 o por correo electrónico en aulastiempolibre@uncu.edu.ar

 

 

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